viernes, 11 de abril de 2008

Y otra vez Scorsese ...


Un legado cinematográfico y musical

El documental dirigido por Martin Scorsese sobre The Rolling Stones resulta una obra llamada a perdurar

Shine a Light (Estados Unidos/2008). Dirección: Martin Scorsese. Con Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ron Wood. Fotografía: Robert Richardson. Edición: David Tedeschi. Documental musical presentado por Distribution Company. Duración: 122 minutos. Apta para todo público.

Nuestra opinión: muy buena


No es la primera vez que un concierto de los Rolling Stones llega a la pantalla grande -entre los registros más recordados figuran Gimme Shelter (1970), de los míticos Albert y David Maysles, y Let s Spend the Night Together (1983), de Hal Ashby-, pero más allá de los méritos artísticos o del valor histórico de esos y otros documentales, no hay dudas de que Shine a Light quedará para la posteridad como el gran legado cinematográfico-musical de la legendaria banda británica.

Cinéfilo y melómano de infatigable labor en la recuperación, conservación, reivindicación y difusión de la historia del cine y de la música (en este rubro concibió joyas como El último vals , sobre la despedida de The Band; varios trabajos sobre el blues como productor y/o director, y No Direction Home , sobre Bob Dylan), Martin Scorsese ha conseguido un documento audiovisual de enorme calidad técnica y artística, que consigue captar y transmitir en toda su dimensión la energía, el placer y las múltiples facetas de una banda tan veterana e incansable como él. Rodada en fílmico, con 17 cámaras, durante dos jornadas, y con el histórico y hermoso teatro Beacon de Manhattan como ámbito inmejorable, Shine a Light ofrece durante sus poco más de dos horas una veintena de temas completos -divididos entre los clásicos de siempre y verdaderas rarezas, como "As Tears Go By", que casi nunca tocaron en vivo y que popularizó Marianne Faithfull- que van desde el rock furioso hasta la balada desgarradora, pasando por el rhythm & blues, el blues a lo Muddy Waters (la hermosa "Champagne & Reefer", con el gran Buddy Guy como invitado en voz y guitarra) y hasta el country ("Far Away Eyes") Scorsese, que aparece en pantalla al comienzo y al final de la película como un ser tan neurótico, perfeccionista y obsesivo hasta lo risible que nada tiene que envidiarle a otro neoyorquino como Woody Allen, se rodeó para esta proeza cinematográfica y musical de un seleccionado integrado por varios de los mejores directores de fotografía del mundo (cada uno supervisó el trabajo de una cámara), como Robert Richardson ( El aviador ), que concibió el proyecto en términos visuales; John Toll ( La delgada línea roja ); Andrew Lesnie ( El señor de los anillos ); Stuart Dryburgh ( La lección de piano ); Robert Elswit ( Petróleo sangriento ); Emmanuel Lubezki ( El Nuevo Mundo ), y Ellen Kuras ( Eterno resplandor de una mente sin recuerdos ).

La película, que arranca con Scorsese y Mick Jagger discutiendo por teléfono desde distintos lugares del mundo la lista de temas a tocar y otros detalles de los conciertos y la película, muestra luego la trastienda del show (la potencia lumínica para la filmación fue tan grande que el director pide "no quemar vivo a Mick") y, aunque prioriza claramente el show y la figura tan histriónica como seductora de Jagger, ofrece varias perlas del archivo, especialmente apariciones televisivas de los primeros años de la banda, que sirven para resumir parte de la historia y para demostrar que el grupo no ha perdido nada de la mística, la frescura y las búsquedas de sus inicios.
En una entrevista de 1964, a dos años del debut, le preguntan a un por entonces joven e inocente Jagger si se siente feliz de la trayectoria de la banda, y dice que su sueño es "poder mantenerla al menos un año más". En otra, ya de 1972, le consultan si va a poder seguir derrochando tanta energía y perder cinco kilos por show. Y el cantante, confiado, asegura que piensa "continuar más allá de los 60 años". La confirmación definitiva de que entonces decía la verdad es la intensidad con la que afronta las dos horas del concierto.
Algunos podrán cuestionar la elección de ciertos invitados (aparecen desde Jack White hasta Cristina Aguilera) o la inclusión como maestro de ceremonias de un muy cholulo Bill Clinton junto con su familia, que quedan bastante ridiculizados, pero a la hora de poder apreciar como nunca antes, con un sonido impecable y con una capacidad única para registrar todo tipo de detalles, la majestuosidad de los Stones en vivo, Shine a Light resulta una obra llamada a perdurar.


Diego Batlle

L.A. Blues: no la llamaría "documental", simplemente película de rock.