jueves, 28 de febrero de 2008

Las raíces afro en la música de EE.UU.


HUGO GARCIA ROBLES

La campaña política actual en Estados Unidos pone de manifiesto que, en una evolución de pocas décadas, la condición del pueblo afro-americano cambió radicalmente. La pugna por la candidatura entre Obama y Hillary es suficiente demostración. La historia de ese país debe mucho a la población de color. Los aspectos éticos y sociales de su presencia en la vida de la nación han sido un nudo conflictivo y determinante. La espantosa fórmula del "linchamiento", la figura de Lincoln y la guerra civil, las luchas más recientes por los derechos civiles, con mártires de raza afro y blanca, lo demuestran.

La música que los afro-americanos desarrollaron es un legado enorme y diverso. El duro trabajo en los algodonales del sur, engendra un repertorio de `work-songs`, canciones de trabajo, de naturaleza folclórica. Los `negro spirituals` reelaboran los himnos cristianos y expresan la genial capacidad rítmica de los músicos afro-americanos, originando un bien cultural propio.

El universo lírico y citadino de los blues, cercano por su temática a las letras del tango retrata, como la música rioplatense, el amor desdichado o la nostalgia del barrio natal: aflora en "Saint Louis Blues" o en "Basin Street Blues", en el primero la mujer llora la traición de su hombre y en el otro, como Isla de Flores o Corrientes, evoca una calle de New Orleans.

Esta corriente, rápidamente esbozada, se abre paso para llegar al jazz. Primero, en los `ragtimes` en los pianos de los burdeles, otra vez en clima cercano a los orígenes prostibularios del tango, creados mediante una glorificación de la síncopa, por pianistas memorables.

Entre ellos Scott Joplin, cuyo "Maple leaf rag" cambió la música de su país. Cuando llega el "jazz" instrumental, en los pequeños conjuntos, quintetos y sextetos, que encuentran en King Oliver, Jelly Roll Morton, Sydney Bechet y Armstrong, paradigmas que no son los únicos porque la floración de los años `20 es inagotable.

Resta, en este rápido inventario la voz de algunos cantantes memorables, cuyo paradigma sin duda fue Bessie Smith, víctima del racismo, porque conducida a un hospital para blancos, como consecuencia de un accidente automovilístico, en 1937, en Mississippi, no llegó viva al que podía atenderla.

En ese magma del jazz, los blancos bebieron: Gershwin el primero, Benny Goodman, Tommy Dorsey, Glenn Miller, luego Al Jolson (judío ruso, como Berlin) que con su cara pintada de negro, como en las primeras comparsas lubolas montevideanas, desarrollaron ellos inesperadas sendas mestizas que, sin caer en el lugar común del "crisol de razas", hicieron una cultura abarcadora, que se hizo manifiesta en Elvis Presley, para citar otro fruto de ese árbol frondoso.